kōan

Deshumanizándome

te comprendo

reloj de arena

maldición del momento.

¡Todas mis soledades se hacen carne!

Punto rojo

             en el infinito

             de tu voz

                        asexual.

Simbiosis

la síntesis de tu carne

emplazada

en tus besos huecos,

            que me hunden,

                        lubricándome

                                   las horas obscuras.

Todas las madres del mundo lloran

Este dolor
este viento tibio
cocinando nuestros sueños
y la mordedura de la ambición
infectando cada hectárea
de la tierra en que nací.

En los rostros de mis hermanos
se apaga el mundo

¡es imposible abarcar tanta muerte!

Al caer la noche
es fácil ver
el orgullo del odio,
el exterminio,
derramándose
en salpicaduras de oro.

Pequeña anécdota de las desventuras de un pueblo desolado

Gris el cielo

y rugiendo de hambre

pequeñas gotas ardientes

adiamantando el campo

durante el silencioso exilio.

5.000 millones mas (A. Toole)

Desde el final
el mundo es inútil;

mi felicidad y la tuya
pierden encanto cuando te veo
tan ciertamente acabada.

Mi niño ya estará muerto
y los árboles secos

y la efímera existencia de la humanidad
no habrá valido nada.

Pero te veo, riéndote al sol
y se evaporan mis lágrimas
dejando estatuas de sal
en la memoria
tan finita y árida
como el presente.

Incalculada concepción

En este bosque,
yo soy un bosque.

Reverdeciendo hacia al horizonte
de mis anhelos,
cosquilleante vida
en perfume de humus,
revoluciona el ánimo
y el pasado bajo mis uñas

bulle y se degrada
para renacer después del caos.

Yo soy un bosque
de sentimientos,

un bosque enorme

creciendo tus sueños.

Requiem semina

El húmedo perfume
incitando a la existencia
y del tamaño de un dedo
la tumba para nacer.

El sol, mi paciencia y la tibieza
del hogar, rompiendo hacia la vida.

Y esta vida, que no era la tuya,
palideciendo en mis manos
hacia fines de noviembre
una mañana sin sol.

Visiones en la Estación Retiro

Cada fibra muscular tensada

a punto de estallar

y una rosa

colorea la verde pradera.

Dos soledades son esperanzas

en el pecho de la flor roja:

cenizas de la cordura

y del cuerpo, polvo;

lo inmediato de esta lágrima

que no cicatriza de mentiras.